lunes, 9 de noviembre de 2015

El recolector de hojas III

                              Los dioses no quieren seguramente
                              que hable de ellos,
                              pero el recuerdo de pasados otoños
                              me impulsa a colgar este exvoto en su templo.

(De la Novela de Genji (I) Esplendor. De Murasaki Shikibu.)

 
Exvoto. Del latín, ex voto, por voto: Ofrenda parecida que los gentiles hacían a sus dioses.
(Del diccionario de la RAE)

 
Ni pasado ni futuro tienen ninguna trascendencia en los ciclos de la Naturaleza: solo el presente trasciende.
 
Como diría una persona muy cercana: pasado y futuro no existen, solo importa el presente continuo, aquello que hacemos día a día.
 
Todos los días, bueno, casi todos los días, la luz otoñal incide de manera muy especial en un lugar de mi casa; siempre en una franja horaria concreta.
 
La recolección de las hojas en este periodo otoñal es un trabajo muy placentero, lleno de serenidad. Además produce un placer casi sublime por la proliferación de colores, aunque conlleva un problema: los colores son pura alquimia, su  trasmutación es inmediata y cambiante: presente continuo.
 
Mi búsqueda no solo es  de los colores de las hojas, también es una búsqueda de diferentes formas que se producen  gracias a los hongos y parásitos que habitan en ellas. Su grafía queda impresa en la superficie de las hojas, y surgen nuevas texturas que difícilmente nosotros podamos crear. Alguna vez, bueno, muchas veces, he pensado que nos están comunicando en un lenguaje nada críptico, lo que está sucediendo en la Naturaleza, y nosotros parece que lo estamos ignorando: ¿Es posible que su belleza manipule o confunda el mensaje y nos parezca que nada  dicen?
 
Coplas de San Juan de la Cruz sobre un éxtasis de la contemplación:

                                     Entréme donde no supe:
                                     y quedéme no sabiendo,
                                     toda ciencia trascendiendo.

                                     1. Yo no supe dónde estaba,
                                     pero, cuando allí me vi,
                                     sin saber dónde me estaba,
                                     grandes cosas entendí;
                                     no diré lo que sentí,
                                     que me quedé no sabiendo,
                                     toda ciencia trascendiendo.



Epílogo.
 
Mi exvoto a los dioses de la Naturaleza es la trilogía del “Recolector de Hojas”.
 
En esta nube informática, nube sin  cielo, ha quedado “colgada”  mi particular visión sobre unos seres de inusitada belleza: las hojas. En su humildad, cuando son requeridas, terminan su ciclo vital en las ramas de los árboles y se posan en los suelos recorriendo los caminos del aire.
 
Es buena época  para caminar en los bosques, sobre su hojarasca. Sus sonidos y los aromas del bosque pueden embriagar nuestras almas.
 
Esta vez no hay música, pero si un canto poético.

Del Tercer poema del Cantar de los Cantares:
                                                                        
                                   Antes que sople la brisa del día,
                                   Y se huyan las sombras,
                                   Me iré al monte de la mirra,
                                   A la colina del incienso.

















7 comentarios:

  1. Bonitas imágenes con esa luz rasante que salpican su color.

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    1. Txisto, así es. Ese tipo de luz multiplica los colores y las texturas, y crea unos volúmenes casi mágicos. Juan Ramón.

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  2. Como siempre tus palabras e imagenes son una caricia para el alma en este calido otoño que no termina de marchar, gracias y mucha salud Juan Ramón .

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    1. Luis, ¿como la vida? Gracias por tus sentidas palabras. Otoño que no marcha, invierno que no viene... Abrazos sinceros, Juan Ramón.

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  3. Esto es un correo de mi gran amigo Antoine Llobet de Lescar. Gracias al Camino de Arlès o Vía Tolosana pude conocerlo. No lo publico por sus elogios; deseaba nombrarlo. Nos une la pasión por el Camino de Santiago. Gracias Antoine.

    Sinceramente magnifico !
    Que belleza los colores del otoño y que bien las pones en valor ! Y con la magia de tu poesia que dulce canto.

    " la feuille d’automne emportée par le vent, en ronde monotone tombe en tourbillonnant"

    Vieja canción francesa que cantabamos de niños.

    Un abrazo

    Antoine

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